"Perdon y olvido", la novelasurrealista protagonizada por el recio galán Álvaro Uribe y Hugo Chávez el millonario del barrio, en su rol de villano, finalizó con un fraternal abrazo ¿del oso? el pasado viernes en Venezuela. Final bien, todo bien.
La coproducción firme candidata a mejor novela extranjera del 2008, tuvo los ingredientes dramáticos que hacen apetecidos a nuestros culebrones en el mundo entero: traiciones, odios, celos y amores incomprendidos. Por suerte, al final del día prevaleció la sensatez.
En política nada es definitivo ni seguro; los juegos florales preceden a menudo a la violencia dialéctica, a la provocación, a la pelea. El ministro de la defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, un auténtico taliban del micrófono, no esperó a que se desvanecieran los rumores del after party y procedió a lanzar la primera piedra a la jaula del león: "Chávez no debe permitir que en Venezuela se alojen los terroristas de las Farc". No hay nada peor en política que ser inoportuno. Por suerte, el presidente Uribe desactivó la mecha y desautorizó al lenguaraz ministro Santos. Recién se había firmado la paz y ya este…
Luego de entonados los himnos de los dos países (himnos largos países pobres) ambos mandatarios sostuvieron una reunión a solas. “Fue un encuentro franco”, afirmó el presidente Chávez, lo que en el protocolo diplomático significa que se dijeron de todo, literalmente se sacaron los trapitos al sol.
La comunidad internacional no ignora que a menudo Chávez entra en auto combustión y lanza improperios, grita, pierde crédito. Los opositores le llaman “el secador de pelo” por la energía con que sale aire caliente de su boca cuando se enfurece. A veces va más allá y ordena a sus generales por televisión: “enviénme 10 batallones a la frontera con Colombia, chico”, como quien pide una cerveza y tres empanadas.
Uribe, no se queda atrás. Acostumbrado a jugar de espaldas a la portería (rechaza el acuerdo humanitario que el mundo entero le reclama hace años), se maneja por las encuestas que le son ampliamente favorables: “El Estado soy YO, después de mi el diluvio” (léase, hecatombe). En una escena digna de “Animal Planet” advirtió a un subalterno: “… siga hablando y le doy en la jeta, ¡marica!”.
En la reunión entre los dos jefes de estado se acordó que el “bota fuego” (computador de Raúl Reyes), quede relegado, al menos temporalmente, al cuarto de San Alejo para que las relaciones entre ambos países encuentren tierra fértil en la cual profundizar sus raíces.
Hugo Chávez que en cuestiones políticas le pega con las dos piernas, sabe que las elecciones de noviembre son definitivas para su revolución socialista. Su administración ha estado últimamente inquieta nacionalizando empresas extranjeras del cemento y del acero, cediendo gran parte de su gestión a los propios trabajadores. La IV flota que Estados Unidos comienza a desplegar en el Caribe, también, le irrita.
Sin embargo, el desabastecimiento de alimentos es lo que realmente preocupa al jefe de gobierno bolivariano. La buena relación con Colombia es clave en ese rubro. Petróleo por alimentos no es un mal negocio para ninguno de los dos.
Uribe fue a Venezuela con la consigna de incrementar las relaciones comerciales entre los dos países. Con la firma del TLC entre Estados Unidos y Colombia embolatado, los 6 mil millones de dólares en productos nacionales que Colombia le vende a Venezuela, son como “agua de enero” en estos tiempos de sequía económica, desempleo y seguridad democrática.
Uribe, el jardinero fiel, les cuida las ganancias a los banqueros, a los empresarios y a los industriales locales al tiempo que prepara munición gruesa para la insurgencia “Estoy dispuesto a gastar todo el presupuesto de la nación en recompensas para quienes delaten a guerrilleros”, dijo el sábado en uno de sus habituales consejos comunitarios.
¡Que bueno! hubiera sido escuchar al presidente Uribe diciendo: “estoy dispuesto a gastar todo el presupuesto de la nación en dar salud, educación y comida a mi pueblo que tanto me quiere”. Pero para qué ilusionarse. ¡Eso es lo que hay! No hay más cera que la que arde.
Uribe y Chávez volvieron a encontrarse después de la tormenta, ¡esa es la mejor noticia!
¡Que pena! dos pelados peleando por un peine.
La coproducción firme candidata a mejor novela extranjera del 2008, tuvo los ingredientes dramáticos que hacen apetecidos a nuestros culebrones en el mundo entero: traiciones, odios, celos y amores incomprendidos. Por suerte, al final del día prevaleció la sensatez.
En política nada es definitivo ni seguro; los juegos florales preceden a menudo a la violencia dialéctica, a la provocación, a la pelea. El ministro de la defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, un auténtico taliban del micrófono, no esperó a que se desvanecieran los rumores del after party y procedió a lanzar la primera piedra a la jaula del león: "Chávez no debe permitir que en Venezuela se alojen los terroristas de las Farc". No hay nada peor en política que ser inoportuno. Por suerte, el presidente Uribe desactivó la mecha y desautorizó al lenguaraz ministro Santos. Recién se había firmado la paz y ya este…
Luego de entonados los himnos de los dos países (himnos largos países pobres) ambos mandatarios sostuvieron una reunión a solas. “Fue un encuentro franco”, afirmó el presidente Chávez, lo que en el protocolo diplomático significa que se dijeron de todo, literalmente se sacaron los trapitos al sol.
La comunidad internacional no ignora que a menudo Chávez entra en auto combustión y lanza improperios, grita, pierde crédito. Los opositores le llaman “el secador de pelo” por la energía con que sale aire caliente de su boca cuando se enfurece. A veces va más allá y ordena a sus generales por televisión: “enviénme 10 batallones a la frontera con Colombia, chico”, como quien pide una cerveza y tres empanadas.
Uribe, no se queda atrás. Acostumbrado a jugar de espaldas a la portería (rechaza el acuerdo humanitario que el mundo entero le reclama hace años), se maneja por las encuestas que le son ampliamente favorables: “El Estado soy YO, después de mi el diluvio” (léase, hecatombe). En una escena digna de “Animal Planet” advirtió a un subalterno: “… siga hablando y le doy en la jeta, ¡marica!”.
En la reunión entre los dos jefes de estado se acordó que el “bota fuego” (computador de Raúl Reyes), quede relegado, al menos temporalmente, al cuarto de San Alejo para que las relaciones entre ambos países encuentren tierra fértil en la cual profundizar sus raíces.
Hugo Chávez que en cuestiones políticas le pega con las dos piernas, sabe que las elecciones de noviembre son definitivas para su revolución socialista. Su administración ha estado últimamente inquieta nacionalizando empresas extranjeras del cemento y del acero, cediendo gran parte de su gestión a los propios trabajadores. La IV flota que Estados Unidos comienza a desplegar en el Caribe, también, le irrita.
Sin embargo, el desabastecimiento de alimentos es lo que realmente preocupa al jefe de gobierno bolivariano. La buena relación con Colombia es clave en ese rubro. Petróleo por alimentos no es un mal negocio para ninguno de los dos.
Uribe fue a Venezuela con la consigna de incrementar las relaciones comerciales entre los dos países. Con la firma del TLC entre Estados Unidos y Colombia embolatado, los 6 mil millones de dólares en productos nacionales que Colombia le vende a Venezuela, son como “agua de enero” en estos tiempos de sequía económica, desempleo y seguridad democrática.
Uribe, el jardinero fiel, les cuida las ganancias a los banqueros, a los empresarios y a los industriales locales al tiempo que prepara munición gruesa para la insurgencia “Estoy dispuesto a gastar todo el presupuesto de la nación en recompensas para quienes delaten a guerrilleros”, dijo el sábado en uno de sus habituales consejos comunitarios.
¡Que bueno! hubiera sido escuchar al presidente Uribe diciendo: “estoy dispuesto a gastar todo el presupuesto de la nación en dar salud, educación y comida a mi pueblo que tanto me quiere”. Pero para qué ilusionarse. ¡Eso es lo que hay! No hay más cera que la que arde.
Uribe y Chávez volvieron a encontrarse después de la tormenta, ¡esa es la mejor noticia!
¡Que pena! dos pelados peleando por un peine.
Tomado de Semana.com
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